Lucrecia Martel |
El cine es una
renuncia al olvido:
Getty Images
La dictadura no solamente desaparece a miles de
personas, sino que también genera cortes en el organismo de la sociedad,
genera una degradación en su funcionamiento, opina la directora.
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Naief Yehya, Terra Magazine
Nueva York, EUA
Nueva York, EUA
Con tan sólo tres largometrajes, la realizadora argentina
Lucrecia Martel (Salta, 1966) se ha consolidado como una de las
cineastas más interesantes del continente y de su generación.
Desde su asombroso debut, La ciénaga, 2001, Martel ha conformado un lenguaje fílmico original e insólito, provocador y nostálgico, que se caracteriza por una notable eliminación de elementos superfluos, por el uso de narraciones elípticas, austeras y brutalmente eficientes, así como por el empleo del sonido como elemento orgánico, como una presencia inquietante y perturbadora debido a su riqueza y complejidad.
Desde su asombroso debut, La ciénaga, 2001, Martel ha conformado un lenguaje fílmico original e insólito, provocador y nostálgico, que se caracteriza por una notable eliminación de elementos superfluos, por el uso de narraciones elípticas, austeras y brutalmente eficientes, así como por el empleo del sonido como elemento orgánico, como una presencia inquietante y perturbadora debido a su riqueza y complejidad.
A partir de su primer largometraje la obra de Martel se
desarrolla siempre en la misma región norte de Argentina, sus personajes
pertenecen a la burguesía local, decadente y enajenada, su universo es
el de una clase acomodada y aburrida que vive al margen de la población.
Martel, como otros miembros de lo que se ha dado en llamar el Nuevo Cine Argentino, también está muy interesada en diferencias de clases, regionalismos y contrastes culturales. Pero lejos de entregarse al mero exotismo o a la simple crítica social sus filmes son serias introspecciones cargadas de tensión y angustia.
Hay un énfasis constante por crear paisajes emocionales a partir de filmar de manera aparentemente azarosa a los personajes secundarios, de esa forma sus tramas parecen por momentos divagar sin rumbo, no obstante poco a poco, con un implacable ritmo y tino, los hilos narrativos van dando congruencia a sus intrincadas y sobrias alegorías.
Martel, como otros miembros de lo que se ha dado en llamar el Nuevo Cine Argentino, también está muy interesada en diferencias de clases, regionalismos y contrastes culturales. Pero lejos de entregarse al mero exotismo o a la simple crítica social sus filmes son serias introspecciones cargadas de tensión y angustia.
Hay un énfasis constante por crear paisajes emocionales a partir de filmar de manera aparentemente azarosa a los personajes secundarios, de esa forma sus tramas parecen por momentos divagar sin rumbo, no obstante poco a poco, con un implacable ritmo y tino, los hilos narrativos van dando congruencia a sus intrincadas y sobrias alegorías.
Los tres largometrajes de Martel tienen mujeres como protagonistas, en La ciénaga
dos niñas descubren el mundo de los adultos a través del amodorrado
abandono en que vive su familia entregados al ocio, el remordimiento, el
alcohol, la culpa y el deseo.
La niña santa (2004) tiene lugar
en un hotel donde se desarrolla una convención de otorrinolaringólogos,
donde tiene lugar uno de los triángulos amorosos-pasionales más
perturbadores del cine reciente entre una mujer, su hija y un medico
perverso con urgencias incontrolables.
La mujer sin cabeza, su más reciente película, cuenta la
historia de un accidente automovilístico, en el que la conductora queda
profundamente perturbada creyendo que ha matado a alguien en la
carretera y no ha tenido el coraje de regresar a la escena del
accidente.
Terra Magazine habló con ella a propósito del estreno de esta cinta.
Terra Magazine habló con ella a propósito del estreno de esta cinta.
Terra Magazine- Llama la atención el hecho de que no utilizas muchos de los recursos fílmicos comunes en tus cintas.
Lucrecia Martel- Para mí la gramática del cine tiene algo
muy interesante y es que los elementos narrativos con los que uno cuenta
para hacer una película a mí me resultan muy próximos a como funciona
la memoria o al menos a las observaciones que yo he hecho de cómo opera
mi memoria. Y para mí la memoria es un procedimiento emotivo y
narrativo. Cuando uno recuerda una escena no recuerda escenas de
transición ni tomas de establecimiento sino los elementos emotivos que
van conformando directamente el recuerdo. A mí me parece que no hay
necesidad de ser explicativo en este tipo de películas en términos de
dónde estamos, hacia dónde vamos y qué está pasando; el movimiento mismo
de la película lo hace innecesario. Otras películas lo requieren, pero
de la manera en que yo trabajo con el montaje me resulta innecesario.
Da la impresión de que realizas un acercamiento casi clínico a tus personajes.
Me interesa mucho el acercamiento médico a los problemas y eso se
refleja en mis filmes. Me gusta hacer acercamientos casi microscópicos a
mis personajes y de ahí sacar conclusiones generales sobre el cuerpo,
como hacen los médicos. Lo digo de manera un poco sarcástica, pero el
set de filmación se transforma en una especie de laboratorio de
radiografía o tomografía.
Y esos dispositivos técnicos, esos intentos de aproximación tratan de revelar algo que finalmente no puede revelarse. Una cantidad de dispositivos narrativos y equipo técnico que nos ayudan a revelar un misterio.
Y esos dispositivos técnicos, esos intentos de aproximación tratan de revelar algo que finalmente no puede revelarse. Una cantidad de dispositivos narrativos y equipo técnico que nos ayudan a revelar un misterio.
Esta pregunta te la han hecho mucho seguramente pero el agua
ocupa un lugar muy prominente en todos tus filmes ya sea en la ciénaga,
en las albercas sucias, en las bañeras, en las lluvias torrenciales o en
las regaderas. ¿Por qué?
Nunca pensé en el agua como algo simbólico ni demasiado
particular. En el norte de Argentina, de donde yo soy, en Salta, donde
está rodamos este filme, llueve en el verano, y el invierno es una
estación muy seca. Eso hace que el ciclo del agua sea algo muy peculiar.
Más allá de eso no hay otra intención. Muchas veces cuando uno se siente mal, el cuerpo se enfría, y a veces necesita meterse en la ducha para entrar en calor. Pero no hay nada más.
Más allá de eso no hay otra intención. Muchas veces cuando uno se siente mal, el cuerpo se enfría, y a veces necesita meterse en la ducha para entrar en calor. Pero no hay nada más.
¿Cuáles son tus influencias más relevantes?
Quizás por donde nací yo no tuve una cultura muy cinéfila porque
no había más que un cine de arte, que nada más funcionaba de vez en
cuando y yo nunca estaba muy al tanto de lo que mostraban. Lo que a mi
me acercó al cine, lo que me mantiene en le cine es haber experimentado
durante muchísimos años los relatos y las conversaciones de mi abuela,
yo siento a mi cine muy deudor del habla, de las charlas, de las visitas
a los enfermos, muy en deuda con todas las escenas de narración oral.
Hay cosas muy concretas que uno puede observar en una conversación.
Hay cosas muy concretas que uno puede observar en una conversación.
Te doy un ejemplo muy concreto, una escena: muchas veces yo iba
con mi abuela a visitar amigas suyas que estaban enfermas, usualmente no
se sabía de qué estaban enfermas y se habían recluido en sus
habitaciones. Yo era chica así que tan sólo me sentaba y escuchaba como
estas mujeres conversaban de unas cosas y otras, y hay muchas
observaciones que uno puede hacer desde muy joven en este tipo de
situaciones. Una es que el tiempo y el espacio se disuelven.
Cuando dos personas conversan muy entregadas a la plática desaparecen las nociones usuales de tiempo y espacio, y las personas ya no tienen ni siquiera una identidad tan precisa, ni una edad determinada, porque cuando uno habla, la posibilidad de usar verbos en pasado, presente y futuro hacen que la persona se disuelva y esa observación que hice desde muy chica y he perfeccionado con el tiempo ha sido para mí la base fundamental de construcción narrativa.
Cuando dos personas conversan muy entregadas a la plática desaparecen las nociones usuales de tiempo y espacio, y las personas ya no tienen ni siquiera una identidad tan precisa, ni una edad determinada, porque cuando uno habla, la posibilidad de usar verbos en pasado, presente y futuro hacen que la persona se disuelva y esa observación que hice desde muy chica y he perfeccionado con el tiempo ha sido para mí la base fundamental de construcción narrativa.
El sonido es otro de los elementos importantes de tus filmes. ¿Por qué?
Si uno tiene muy presente la escena sonora, el concepto sonoro,
es inevitable usar menos película, lo cual en Argentina es muy
conveniente, obviamente porque la película es muy cara y así se puede
filmar menos.
El uso de la imagen se vuelve más austero y preciso. La capacidad que tiene una persona para distinguir sonidos que se sobreponen es muchísimo mayor que la que tiene para identificar imágenes que se sobreponen, por eso en la construcción del espacio en una escena el sonido nos permite una cantidad de información que si intentáramos hacerlo mediante imágenes implicaría hacer muchísimas tomas y movimientos de cámara.
El uso de la imagen se vuelve más austero y preciso. La capacidad que tiene una persona para distinguir sonidos que se sobreponen es muchísimo mayor que la que tiene para identificar imágenes que se sobreponen, por eso en la construcción del espacio en una escena el sonido nos permite una cantidad de información que si intentáramos hacerlo mediante imágenes implicaría hacer muchísimas tomas y movimientos de cámara.
Tu película tiene muchas semejanzas con La muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem.
Sí, no me sorprende en absoluto la analogía. Los temas de ambas
películas contienen preocupaciones esenciales y humanas, pero la
película española está más enfocada hacia la moral, la mía no.
¿Crees que el cine se ha convertido en la memoria social o colectiva de nuestro tiempo?
Esto lo voy a responder desde mi punto de vista muy particular y
muy regional. Yo pertenezco a una generación que empieza a producir
después de un período político muy tremendo, la dictadura militar. Lo
que una dictadura hace en un país, no es solamente desaparecer a miles
de personas, entre las que aún quedan muchísimos artistas, directores de
cine y gente involucrada con la cultura, sino que también genera cortes
en el organismo de la sociedad, genera una degradación del
funcionamiento de la sociedad como organismo.
Mi experiencia es que el cine permite reconstruir eso y que en
gran parte es una renuncia al olvido y eso es la memoria, no conformarse
con los grandes agujeros negros de la historia. Y para mi esa es la
función que cumplen el cine y la literatura, que permiten suturar en el
tejido de la sociedad, y de esa manera nos permiten ser otra vez una
comunidad. El cine puede ser la memoria de la humanidad y si en el cine
actual hay tanto énfasis en la memoria es porque quizás hay algo que se
ha degradado y de alguna forma necesitamos reconstruirlo.************************************************************************
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